
Un país se puede comparar a un cuerpo: si tocamos las zonas más vulnerables, depende de cómo, será beneficioso o repercutirá de una forma u otra. Así es cómo nos pasó con la sanidad y la educación.
No merece nombrar países porque es a nivel global que está pasando lo anterior, solo nombraré el país en el que nos encontramos los corresponsales de Barilo Barilo Noticias, en España. En concreto en Gerona, una provincia de Cataluña.
Una provincia la cual se activa gracias a la agricultura y gran parte del turismo, y también una provincia como tantas otras en España que no supo hacer frente al virus COVID-19 a causa de los recortes en los que se vio sometida los últimos diez años la rama de la sanidad.
Hoy, 10 de abril, la gente se va adaptando a la nueva situación que nos tocó de nuevo y casi por sorpresa a mediados del mes pasado. De nuevo, lectores queridos, porque es un cambio de “chip” totalmente, y por sorpresa porque desde aquí se veía tan lejana la China del oriente que a duras penas nos dio tiempo de reflexionar y actuar con creces frente a tal virus que avanza y arrasa por delante todo aquello que sea vulnerable.
Fue tan caótica la situación que tuvieron que paralizar todo un país, y a medida que fue avanzando la situación de riesgo, paralizó al mundo entero prácticamente.
Si ya en la normalidad un hospital de España está saturado, imagínense en las fechas pasadas que no daban abasto por ningún lado: el personal de sanidad se encontraba sin equipos suficientes para acaparar a todo un pueblo, la gente empezó a exigir más atención y el gobierno exigió una cura como fuere. Y he aquí el dato, se exigió mucho de sanidad sin recordar todos los recortes que tuvieron lugar en los últimos años, y además, sin valorar la vocación de ninguno de los que conforman la sanidad: al médico, al enfermero, al auxiliar ni al camillero.
Conjuntamente el pavor y la desconfianza fueron avanzando desde los hospitales a los supermercados, y de estos a las calles que conforman nuestros hogares. Aquí en España, se suspendieron todas las actividades que tengan una aglomeración de gente como es el caso de centros de ocio, de escuelas, de centros comerciales, de tiendas más pequeñas y dejaron al alcance del pueblo la seguridad, la sanidad y servicios de primera necesidad.
A consecuencia, muchos españoles y no españoles se vieron obligados a ser mandados al famoso ERTE, un expediente de regulación de trabajo de empleo, que hasta hoy día no se recibió y por si fuera poco, están las personas más vulnerables como lo son gente sin documentación regularizada, autónomos que dependen de ellos mismos para tener la ración de comida al día y la gente que está desamparada en la calle, literalmente.
Si hablo en mi caso, aparte de ser escritora, trabajo día tras día en una panadería renombrada en Gerona y toco madera, como dice el dicho, porque delante de mí pasan como mínimo cien personas y desde entonces que no me pasó nada, obviamente, respetando los protocolos y utilizando los EPI, equipo de protección individual: guantes y mascarilla. Con todo esto, además, protegiéndome mucho básicamente porque soy solidaria y no quisiera padecer los síntomas y extenderlo a mí entorno.
Y si hablo del caso de Marwin Zambrano, hablo también de todos los otros casos que son como el suyo o peores, que día a día vuelcan su vocación ante la sanidad de todo un pueblo enojado con todos y por todo. Se entiende al pueblo, pero seamos empáticos con ellos y pongamos de nuestra parte también para que no nos curemos con el sudor de ellos solamente, sino que además, con todas nuestras ganas de salir de éste pozo cuanto antes mejor.
Un pozo el cual sabíamos que estaba pero desconocíamos por total. Sabíamos que una caída de la economía podría pasar pero nos confiamos tanto e íbamos cada uno por su camino tan ciegos que la realidad nos cobró la vista y la situación, el hecho de ser más humanos.
Tengo la gran dicha de compartirles una imagen de los últimos días, donde podemos ver rostros que después de la oscuridad del pozo, día tras día, acción tras acción y colaboración tras colaboración, podemos ver la luz poco a poco, según nos cuenta Marwin Zambrano, desde el hospital Comarcal de Blanes, Barcelona.
Redactora Herczeg Yael


























